Ahora quisiera ser una silla. Inmóvil e insensible, alejada de toda relación agresiva. Putrefacta madera, ensamblada con ternura por las manos de quien fue un carpintero-escultor de alma inquieta. Silla inútil y vieja, arrumbada en un tétrico ático que colecciona empolvados recuerdos de tiempos mejores.
Jamás me había parecido tan ajeno el mundo.
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